1928 - Viaje Escolar - The Fascist Point of View

Juan Cochrane

Ángel Cruz Rueda was a Spanish anti-republican conservative and pro-Franco intellectual. He immediately supported the military rebels during the uprising that led to the Spanish civil war. To quopte him, he was of the opinion that Spaniards should have:

 . . . fe en el Caudillo, generalísimo franco y en sus asimismo valiosos auxiliares, el general Queipo de Llano en Andalucía y el general Cascajo en Córdoba, que nos han salvado de los marxistas. . .

Ángel Cruz Rueda

He was also a prolific writer who produced numerous books and articles throughout his lifetime one of which was an essay on his travels with some of his students - Viaje Escolar a Ronda, Algeciras, Ceuta y Tetuan - which was probably first published in 1928. He was at the time a professor at the Instituto Aquilar y Eslava de Cabra in Cordoba. The passages quoted below refer only to that section of the article that deal with Gibraltar.
A las once del jueves, día 19, salimos de Algeciras para Gibraltar, la antigua Calpe griega; una de las columnas de Hércules de los fenicios (Alube), estando representada la otra por el peñón de Abila, en Ceuta. 
Mientras vamos en la cubierta del “Elvira”, vaporcito con ruedas que se deja zarandear por el mar, obtenemos fotografías y contemplamos, melancólicamente, el Peñón envuelto en brumas. Los diez kilómetros que navegamos, en parte, recordando la conquista de Gibraltar por los árabes, (su Yébel Tárik) cuando invadieron a España, su reconquista en tiempos de Fernando IV; de nuevo en poder de los moros en los de Alfonso XI, y, por fin, su recuperación en 1462.  

The Elvira and the Margarita at the Algeciras jetty - difficult to tell which one is which   ( 1910 postcard )
Pasados los 46  siglos, el testamento de Carlos II, el Hechizado, dejando la Corona de España a Felipe de Borbón, Duque de Anjou y nieto de Luís XIV; el apoyo de los ingleses a Carlos, archiduque de Austria; el destrozo que, por ello, hicieron en nuestras costas; el bloqueo de Gibraltar durante cuatro días por medio centenar de buques anglo-holandeses, entrando en la plaza, en Agosto del 1704 el Almirante Rooke; la retirada de los bravos españoles al campo en que fundaron a San Roque o Ayuntamiento de Gibraltar; los inútiles esfuerzos coaligados por reconquistar lo perdido, andando el tiempo… 
El ensueño, realizado, de Inglaterra de poseer la llave de la ruta para el Océano Índico; su comprensión, durante la guerra europea, de la poca eficacia estratégica de esa península española. 
El macizo pizarroso se va delineando; aparecen, distintas, las casas reptando hacia la altura, los bosquecillos de color verde obscuro, los jardines de verde claro, las manchas de los aljibes cubiertos de cinc; en la Bahía, barcos, grúas, potentes remolcadores, enormes trasatlánticos como el “Carinthia”. 

The SS Carinthia - a Cunard White Star liner which had only recently been built ( Postcard )
Antes de atravesar el puentecillo de madera que tienden, como en Algeciras, entre el barco y el muelle, ya divisamos moritos y otros tipos exóticos. Pasan y cruzan ligeros carruajes con toldos de lona, inglesas con impermeables de tonalidades varias - el día amenaza lluvia -, caballeros con grandes pipas y juncos en la mano.  
Un policía nos entrega sendos billetitos en que consta, impreso, que su jefe, Juan Cochrane, nos permite estar en la plaza hasta el cañonazo de la noche; por todas partes, rígidos, los agentes de este personaje; señoras y doncellas conduciendo en  primorosos cochecitos a niños pequeños; otras, con cestos de palma, van de compras. Soldados británicos, marinos de distintos países. 
En la calle Real diríase que hay fiesta en el pueblo, dada la aglomeración de gentes en las tabaquerías -¡nada de “estancos”!-, cafés y comercios de indios. Aunque vestidos a la usanza europea, se advierte la procedencia de éstos por la negrura del cabello y el color aceitunado de la piel; bastantes custodian en las puertas sus tapices, sus mantones, sus marfiles, sus baratijas seductoras junto a los moros que, recostados en la pared, parecen dormir.  
Flota tenue aroma de ricos tabacos habano y egipcio. Los vestidos de las damas son ligeros y asedados, como de mercancía que abunda. El café y la cerveza, de gustosa calidad. Las calles descienden y ascienden, acaso con escalones, a un lado y otro de esta arteria a que parecen concurrir los veinte mil habitantes de la población. 

Las calles descienden y ascienden, acaso con escalones   ( Unknown )
Nos cansamos de la  barahúnda, en que a veces negrean la sotana de un sacerdote o las mantillas de unas devotas que van a las iglesias católicas, o se ve a un pastor protestante que camina a la capilla anglicana, o se descubre la faz de un rabino que conversa con sus hermanos de Israel en un tabuco en que quizás se alberga un millonario. 
Fue en esta calle donde Luís Aguirre conoció a la hermosa judía, en "Luna Benamor" (1909), la breve novela con que Blasco Ibáñez precedió a "Los Argonautas". Fue en esta calle que forma “una olla hirviente de razas, una confusión de lenguas, un carnaval de trajes”, donde la vio desde su hotel en la fiesta hebraica de las Cabañas; fue por la Alameda, por la ribera del Arsenal y por la parte oriental, despoblada, del promontorio, entre “jardines salvajes de una exuberancia africana”, llenos de chumberas, viejos agaves, enjambres de monos y de gaviotas, fue allá por donde Lunita y el cónsul pasearon su idilio; y fue “junto a las arcadas moriscas del templo evangélico” cuando en la sombra del crepúsculo Luís Aguirre comprendió rota para siempre su pasión hacia la hebrea grácil y hermosa, de quien la separaba la raza maldita.  
Después de sentarnos a la florida mesa del Hotel Continental y de regatear con los indios para hacer changa, esto es, para cerrar tratos, recorremos en autobuses los cuatro kilómetros que tiene de largo el Peñón hasta llegar a punta de Europa.  
A la ida y a la vuelta por caminos diferentes, el dueño del auto nos va señalando el cementerio en que yacen los restos de los que trajeron de Trafalgar, la residencia del Gobernador, la roca que desde Punta Carnero - en la costa española - se interna mar adentro millas y millas, causando naufragios frecuentes; jardines con la estatua de un almirante inglés y cañones . . . españoles. (Los británicos están ocultos entre las quiebras de las peñas). 


The Galleries - British guns hidden among the rocks   ( Unknown )
Leemos los carteles que recomiendan a los carruajes no produzcan ruido al pasar junto a los Hospitales y Escuelas, que abundan por ser la instrucción obligatoria a partir de pequeña edad; así como hay  inspectores para velar porque los padres tengan habitaciones distintas para los niños mayores de nueve años. 
He ahí, a lo lejos, los aljibes. Ahora vamos por el Arsenal. Espaciosos campos de tennis para los soldados y sus esposas. Niñas uniformadas de azul que salen de los colegios. Una charanga de ingenieros que va a simular en una plaza cercana el cierre de la ciudad; los tamborileros van trazando arabescos en el aire con los palillos; el músico mayor, delante, mueve con marcialidad un largo bastón. 
De nuevo hacia Algeciras, pero no por el mar, sino en automóviles, por la faja de terreno de unos dos kilómetros de largo por uno de ancho que une a Gibraltar con nuestra España. Avanzamos en dirección a La Línea, orillando el mar. Luego, entre árboles, Campamento, especie de colonia hispano inglesa; dejamos a la derecha San Roque, ya entre tinieblas; entramos, al fin, en Algeciras junto a la Plaza de Toros. 

La faja de terreno de unos dos kilómetros de largo por uno de ancho que une a Gibraltar con nuestra España   (Early 20th century - Unknown )
Son las nueve y cuarto; no tardamos ni una hora. Los carabineros no nos ocasionaron  la menor molestia. A ver, ¿quién ha escrito que esto de la Aduana es, como espectáculo, “algo lamentablemente pintoresco”?
An innocuous and rather bland account with very few clues as to his political opinions and from which one can make out that while he was not an anglophile he was not anti-British either - which only goes to show that one can never tell.  

Less than a decade after having written this, Ángel Cruz Rueda showed his true colours and proved himself to be a nasty piece of work. During and after the Civil War he collaborated with the regime in weeding out from educational establishments those he thought of as dangerous left-wingers. Many of them  - and Rueda was well aware of what would happen - ended up either in prison or dead. 

Finally my acknowledgements to Antonio López Ontiveros of the University of Cordoba from whose article I 'lifted' my digital copy of the 'Viaje' - Many thanks.